La versión de la realidad es acotada, fija y preestablecida en la pajarera.
Cada cierto tiempo algún pajarito escuálido e inconformista se escapa entre dos barrotes y se esconde debajo de la gran jaula. Allí, donde su antigua morada le tapa el sol, el pajarito modifica su esencia, o la descubre, y se dedica a observar a sus pares, encerrados, durante la noche y a si mismo durante el día.
Las jornadas de observación se suceden y el ave se percata de que a la realidad no se la puede explicar a través de unas cuantas fórmulas rígidas. Esta revelación lo perturba y modifica su visión de las cosas, su conducta y su lenguaje. Lo transforma.
A partir de entonces se dedica durante años a crear un sistema de fórmulas que expliquen que la realidad no puede ser explicada por un sistema de fórmulas. Asentándose en su sistema, en su nueva visión, forma su propia versión, asolado por la ceguera y el frío, en la oscuridad que lo domina todo bajo la jaula.
Arrebatado por una pasión arriesga su vida y su libertad. Intenta por todos los medios transmitir su visión, sus arcanos, a las aves que todavía habitan la pajarera, pero la mayoría de las veces ninguno lo entiende. En la jaula hablan otro idioma y hay tanta luz que los pajaritos se encandilan.