Archivos Mensuales: diciembre 2014

EN MIS OJOS, UN PROYECTOR

Clara: 25 años.

Fausto: 25 años.

Marcos: 40 años.

 

UNO

 

Lugar poco iluminado, como si las lámparas tuviesen focos de baja potencia. Las paredes, amarillentas, en algunos sectores han perdido casi todo el revoque. Contra una de las paredes del costado hay una larga mesa de madera. Sobre la pared, frente a la mesa, hay herramientas de todo tipo (Martillos, destornilladores, pinzas, sierras, llaves inglesas, etc.), muy limpias y colgadas en perfecto orden. A pesar de su aspecto, el lugar es limpio y un ligero olor a desinfectante flota en el aire.

Fausto está apoyado en la mesa, lleva una camisa blanca y un pantalón de vestir marrón claro. Tiene un vaso en la mano. Junto a él, un banco alto de madera. Sobre la mesa hay una botella de vino abierta, pero llena, y un teléfono.

A unos metros de Fausto se encuentra Clara. Es rubia, lleva un vestido negro que marca su figura y zapatos de taco alto. Está sentada en otro banco de madera y, a pesar de lo precario del mismo, luce muy elegante.

Solo dos puertas. Hacia el fondo, una puerta de madera que lleva al interior, está cerrada y parece casi perdida en la penumbra general del lugar. La otra está ubicada en la pared opuesta a la mesa, es de metal y conduce a la entrada.

Fausto  se sirve el vino. Bebe. Se seca la boca con el dorso de la mano. Clara lo observa sin mucho interés.

 

FAUSTO: No me gusta esperar, pero vale la pena. Es la oxigenación. El sabor cambia.

Vuelve a servir. Mira a Clara y le hace un gesto con el vaso.

 FAUSTO: ¿Quiere?

Ella lo mira en silencio. Niega con la cabeza.

 FAUSTO: Pruébelo, vale la pena.

CLARA: Disculpe. No es desprecio, se lo aseguro. Soy alcohólica en recuperación.

FAUSTO: No se disculpe. Yo no estoy acá para excusarla o comprenderla. Si quiere beber lo hace, si no quiere, no.

Clara sonríe. Fausto bebe un largo trago.

 FAUSTO: (Mirando el vaso vacío) Merlot, cosecha ’95, selección especial, sin madera, taninos suaves, color rubí.

CLARA: El rojo es de puta, mamá siempre me decía eso. (Mirándose las uñas) Nunca pude pintarme las uñas. Solo me gusta el rojo ¿Qué dirá eso de mí?

FAUSTO: No sabría decirle.

Ella lo mira. Él se encoge de hombros. Clara baja la mirada y se concentra en sus uñas. Se produce un silencio extenso.

FAUSTO: ¿Necesita algo, señorita?

CLARA: (Sin dejar de mirarse las uñas) Me llamo Clara. (Mirando hacia la puerta del fondo) ¡Marcos! ¿Te falta mucho?

FAUSTO: Marcos está ocupado. ¿Necesita algo mientras espera?

Desde la habitación del fondo surgen ruidos de cosas que se caen, seguidas de una voz, es la voz de Marcos.

VOZ DE MARCOS: ¡Agarrala desde abajo, inútil!

FAUSTO: (Avanzando un poco hacia Clara) Deberíamos comenzar.

Clara se levanta del banco, se acomoda el vestido, mira al frente y finge una mueca de congoja.

CLARA: (Mirando a la nada) Si ustedes conocieran mi vida en detalle comprenderían porqué soy alcohólica. El pasado no es una excusa para los errores del presente, ya lo sé, pero es un atenuante.

Fausto se sorprende y se limita a observarla, expectante.

 CLARA: (Cada vez más acongojada) Sé que tal vez no sea del agrado de todos, pero quisiera que puedan juzgarme por lo que soy, no por lo que bebo. (Su semblante vuelve a la naturalidad. Se aplaude ella misma y vuelve a sentarse, sonriendo. Una vez que se acomoda mira a Fausto) ¿Qué le pareció? Sueno convincente ¿verdad?

FAUSTO: (Volviendo hacia la mesa) A mí me convenció. Evidentemente, a Marcos también y eso es lo que importa. De cualquier forma, no era necesaria la demostración.

CLARA: Sí, lo supuse, pero es divertido. (Gritando hacia la puerta) ¿Me vas a tener toda la noche acá? Dijiste que iba a ser rápido.

FAUSTO: (Sirviéndose vino y elevando un poco la voz) ¿Van a demorarse mucho, Marcos? La dama se está impacientando.

Por un momento se escucha un golpe metálico, regular, acompasado, que proviene del fondo.

 FAUSTO: Mejor acomódese. Parece que recién comenzaron.

CLARA: Disculpe… (Duda)

 FAUSTO: Fausto.

CLARA: Sí, Fausto, disculpe. ¿Podría oler el vino?

Cuando Fausto se propone alcanzarle el vaso suena el teléfono que está en la mesa. Con el vaso aún en la mano, Fausto atiende.

 FAUSTO: Decime. (Pausa) Todavía no. (Pausa. Fausto mira a Clara y le hace señas con el vaso) No se puede. (Pausa más extensa. Fausto insiste con las señas a Clara quien, ofuscada, se levanta, va hacia a él y toma el vaso. Luego vuelve a sentarse) Lo que quieras, pero lleva tiempo. ¿Cómo va eso? (Pausa breve) Tiene cualidades, no creo que haya problemas. (Pausa, Fausto observa a Clara) Sí, las tetas. (Pausa extensa) Perfecto. (Cuelga el teléfono y se queda pensativo)

CLARA: (Observándolo con desconfianza) ¿Pasa algo? Me dio la impresión de que hablaba de mí.

FAUSTO: (Como si no la hubiese oído) ¿Hay antecedentes de enfermedades cardiovasculares en su familia?

CLARA: No que yo recuerde. Mamá tenía hipotiroidismo.

FAUSTO: ¿Hace cuánto dejó de beber?

CLARA: (Huele el vaso) Casi dos años. Yo salía con un compañero del trabajo y la verdad es que la pasábamos bien. Él tomaba mucho y yo me fui acostumbrando. Era divertido, como si el tiempo no pasara. Las horas se estiraban. Me sentía un poco muerta. (Pausa breve) No, no es eso, muerta no, más bien como si viviese en pausa. (Baja del banco, le alcanza el vaso y vuelve a sentarse) No nos dimos cuenta de que habíamos pasado cinco días sin ir a trabajar, creo que estábamos en Chajarí. No sé. Los recuerdos de esa época son confusos. (Piensa un momento, tratado de recordar) Sí, fue en Chajarí. Yo tomé la decisión. Sola. Siempre tomé sola las decisiones importantes.

Fausto la mira fijamente, en silencio. Clara le sostiene la mirada un momento, luego la baja, parece estar un poco nerviosa. Fausto no deja de mirarla.

FAUSTO: ¿Sufre de alguna enfermedad o condición que le impida realizar actividad física intensa?

CLARA: No (Sonríe como una nena) solo un poco de pereza,  a veces.

FAUSTO: (Serio, pero un poco desganado) ¿Tiene alguna pregunta? ¿Dudas?

CLARA: ¿No sabe si Marcos va a demorarse mucho?

FAUSTO: No lo sé. (La mira un momento, en silencio) Parece que no se está tomando esto en serio, eso me provoca dudas y no me gusta dudar. Necesitamos seguridad, precisión, no podemos darnos el lujo de que alguno de los eslabones sea débil o no comprenda correctamente lo que sucede.

CLARA: No, no es eso, no me malinterprete, es que cuando me pongo nerviosa me da por hacer chistes tontos.

FAUSTO: (Sonriendo) Por favor, dígame, ¿Tiene alguna pregunta?

CLARA: No. Marcos me explicó todo.

FAUSTO: Perfecto. (Vuelve a servirse vino, pero no bebe) No hay manera de saber cuándo va a terminar, a veces son solo diez minutos; otras, el tiempo parece que se escurre y cuando uno se da cuenta pasaron horas. Si Marcos le dijo que no se iba a demorar, seguramente estará tratando de ser lo más rápido que pueda. (Como si pensara en voz alta) A veces es mejor que sea así.

CLARA: Es que vamos a perder las reservas. (Mira hacia la puerta del fondo) ¿Le molestará si se lo pregunto? Tal vez perdió noción del tiempo, como dice usted.

FAUSTO: Yo, en su lugar, no lo haría. Espere tranquila.

Desde la habitación del fondo se escucha un estruendo metálico, luego el sonido de una motosierra.

VOZ DE MARCOS: ¡Sostené eso!

El sonido de la motosierra aumenta. Vuelve el estruendo metálico. Luego todo se detiene. No se oye absolutamente nada. Clara mira a Fausto, luce preocupada, pero él parece no prestarle atención a lo que sucede atrás. La puerta se abre y aparece Marcos, está perfectamente peinado, viste un traje negro y sobre el mismo lleva un delantal blanco de goma, similar al de un carnicero, bastante sucio. Clara y Fausto lo miran. Marcos se quita el delantal y lo cuelga en la pared.

 FAUSTO: ¿Terminaste?

MARCOS: Sí, creo que todo salió bien.

FAUSTO: ¿Te acordaste de la secuencia final?

MARCOS: Sí.

FAUSTO: Galván es muy específico.

MARCOS: (Lo mira fijamente) Tranquilo, hice todo.

FAUSTO: (Apenado) Perdón.

MARCOS: Ese ayudante que conseguiste es una molestia. Estoy harto de esos inútiles.

FAUSTO: Entiendo.

MARCOS: (A Clara) Perdón por hacerte esperar, ya estoy listo.

CLARA: (Haciendo un mohín) No sé si vamos a llegar.

Marcos sonríe y avanza hacia Clara. Ella tiene la mirada baja. Él le levanta el rostro con las manos y la besa.

MARCOS: Si no llegamos no importa. Vamos a otra parte.

Clara sonríe. Desde la habitación del fondo vuelve a oírse ruido de cosas que caen. Marcos, ofuscado, mira a Fausto duramente. Fausto sale hacia el fondo. Marcos vuelve a concentrarse en Clara.

 MARCOS: (Sonriendo con calidez) ¿Vamos?

Salen por la puerta metálica. Un instante después se escucha un estruendo violento que proviene de la habitación del fondo. Luego de unos segundos regresa Fausto, está transpirado, respira pesadamente, trae un martillo en la mano, lo limpia y lo cuelga en la pared, con las demás herramientas.

FAUSTO: (Con rabia) Imbécil.

Bebe un largo trago de vino.

 

 

DOS

 

El lugar es el mismo. En el piso está Clara, vestida con un mameluco marrón, desprendido hasta la panza, que deja ver un poco sus pechos desnudos. Está despeinada y un poco sucia, llora suavemente. Sobre ella hay una luz fuerte, como si estuviese sometida a un interrogatorio de película. Tras ella hay dos hombres, permanecen en la penumbra, son siluetas. Solo sus voces permiten reconocer que son Marcos y Fausto.

 MARCOS: Continúe.

Clara llora de modo apenas audible.

 MARCOS: La escuchamos.

Clara sigue sin hablar.

MARCOS: (Enérgico, casi gritando) ¡Hable!

Clara se sobresalta. Lentamente, acomoda un mechón de pelo detrás de su oreja. Parece muy asustada.

CLARA: (Su voz vibra con un ligero temblor) Mamá decía que el rojo es de puta, que si yo seguía pintándome los labios de rojo iba terminar siendo una puta reventada. Yo no entendía, me gusta el rojo, siempre me gustó, eso no significa nada. Intenté explicarle, pero ella no me escuchaba, no me prestaba atención. (Pausa) Una vez me pegó. Una cachetada. Me dejó la cara ardiendo. Vieja de mierda, qué fuerza tenía. (Pausa. Llora suavemente, con bronca, mordiendo el recuerdo) Había encontrado mi esmalte de uñas rojo y volvió con su sermón de siempre. Yo estaba harta, cansada, no la aguantaba más. La miré a los ojos y vi odio, me miraba con odio, me despreciaba. (Se recompone un poco) Quería lastimarla. Le dije que me gustaba el rojo y que si eso me hacía puta entonces lo era. Después vino la cachetada, el ardor, los insultos. Juró que se lo iba a contar a papá. Se me aflojaron las piernas, sentía las rodillas débiles. (Pausa. Deja de llorar. Su voz adquiere un tono más duro) Papá se demoró. Era una noche húmeda, no había ni una brisa, las hojas del lapacho no se movían, parecía que el mundo se hubiese detenido, como si de pronto viviéramos dentro de una caja de cristal. No escuché el auto, pero sentí el perfume de papá, todavía me pasa, a veces en la calle me parece sentir su perfume, como si estuviera atrás de mí, siguiéndome… (Calla un momento. Intenta cerrar su mameluco)

FAUSTO: (Seco. Habla con calma) Si toca ese cierre una vez más nos vamos a ver obligados a desnudarla.

Clara se detiene. Deja el cierre. Sus manos tiemblan.

MARCOS: Continúe.

CLARA: No puedo.

MARCOS: No nos haga enojar.

FAUSTO: No nos gusta la violencia. Colabore.

CLARA: (Con la voz quebrada) Permítanme arreglarme… solo un poco, el cierre…

FAUSTO: Basta. Quítese la ropa.

Clara rompe en llanto. Niega con la cabeza. Marcos avanza,  se pone frente a ella y le da una cachetada, luego vuelve a su lugar.

FAUSTO: No es un pedido, ¿Todavía no lo entiende? (Pausa breve. Habla amablemente) Quítese la ropa.

Clara comienza a quitarse el mameluco, con lentitud. Abajo solo lleva una bombacha blanca. Una vez que se lo quita lo deja en el piso, a su lado. Marcos ríe. Clara ya no llora, pero todo su cuerpo se estremece. Fausto avanza hasta pararse frente a ella, con mucha lentitud se quita el cinto y lo enrolla un poco en su puño. Con la otra mano levanta el rostro de Clara. Se miran intensamente.

FAUSTO: Es suficiente.

Clara se relaja, deja de temblar. Fausto se aleja a un costado y comienza a ponerse el cinto nuevamente. Marcos enciende las luces. Todo está igual que antes, salvo por una botella de agua mineral que está sobre la mesa y una caja de vinos, que está debajo.

CLARA: ¿Es esto nomás?

FAUSTO: Sí.

CLARA: (Sonriendo, a Marcos) ¿Cómo estuve?

MARCOS: Perfecta.

Clara ríe alegremente, parece divertirse con la situación. Fausto la observa con atención. Marcos lo mira.

MARCOS: Vestite, Clara.

Clara comienza a ponerse el mameluco.

FAUSTO: Voy a apagar los equipos.

Fausto sale hacia el fondo. Marcos se acerca a Clara y la ayuda a vestirse. Ella lo besa cariñosamente en la mejilla. Un instante después se apaga la luz que iluminaba a Clara un momento antes.

CLARA: Tus clientes son unos enfermos.

MARCOS: ¿Y quién no?

CLARA: Yo no. Vos tampoco. (Mira hacia la puerta del fondo) Por Fausto no puedo hablar.

Sonríe divertida y va hasta la mesa. Toma la botella de agua y bebe un larguísimo trago, luego se sienta en la mesa y sus piernas quedan colgando

MARCOS: Estás muy apurada por repartir juicios.

CLARA: No digo que sean malas personas, pero no me vas a negar que son raros.

MARCOS: Mis clientes son personas comunes. No a todos nos calientan las mismas cosas, pero yo lo decía por Fausto.

CLARA: Ah. ¿Qué pasa con Fausto?

MARCOS: No pasa nada. Pero me parece que te pone un poco nerviosa. Tenés que entender algo con respecto a Fausto, él no hace esto porque le gusta, no le queda otra, no lo puede evitar. Es lógico que a veces sienta contradicciones y eso afecta su conducta. Se pone de mal humor, habla poco. No quiero que tengas una mala impresión de él, tenemos que poder seguir trabajando juntos.

CLARA: No exageres. Lo agarré un par de veces mirándome el culo, no es gran cosa.

MARCOS: Quisiera que confíes en él.

CLARA: Confío en vos.

Marcos se acerca a Clara. Ella abre un poco las piernas y él se ubica entre ellas. Se besan. Ingresa Fausto, trae una cámara que deja sobre la mesa.

FAUSTO: No quiero molestarlos, pero tengo que arreglar esto.

Marcos se separa de Clara. Ella baja y se aparta de la mesa.

FAUSTO: (a Marcos) Esta mañana llegó la caja.

MARCOS: ¿Qué mandó?

FAUSTO: Bonarda Malbec. No lo probé todavía, ni bien lo haga te aviso. Está bajo la mesa.

MARCOS: Gracias, te lo agradezco.

CLARA: Voy a darme una ducha.

MARCOS: Apurate, se nos va a hacer tarde y yo también tengo que ducharme.

CLARA: Y vení conmigo.

MARCOS: Andá, enseguida te alcanzo.

Clara sale hacia el fondo.

FAUSTO: ¿Te vas?

MARCOS: Sí.

FAUSTO: ¿Salís con Clara otra vez?

Se produce un breve silencio

MARCOS: No podría hacer esto sin vos.

FAUSTO: Sí, lo sé. (Comienza a desarmar la cámara) ¿Cuándo hay que mandar lo de recién?

MARCOS: Mañana.

FAUSTO: Está cada vez más impaciente. No voy a tener tiempo de arreglar las cámaras de atrás y mañana vienen las maestras jardineras.

MARCOS: Galván es ansioso, es cierto, pero no lo culpes. (Le apoya una mano en el hombro) Tu trabajo es muy bueno.

FAUSTO: Sería mejor si renováramos los equipos.

MARCOS: Los equipos están bien, no empieces. Llamá a las maestras, fijate si podemos reprogramar. Es importante que mandemos esto mañana.

Marcos levanta la caja de vinos sobre la mesa y busca adentro. Saca un sobre marrón, cierra la caja y la guarda donde estaba anteriormente. Abre el sobre y saca dinero, le da un poco a Fausto y guarda el resto en su bolsillo, luego sale hacia el fondo. Fausto queda solo, concentrado en la cámara. Luego de un momento gira y observa el delantal que cuelga en la pared. Se levanta y se aproxima al delantal, dudando. Lo descuelga y amaga ponérselo, pero desiste, lo cuelga nuevamente y vuelve a la mesa. Permanece un momento pensativo y finalmente vuelve a trabajar en la cámara.

 

 

TRES

La caja de vinos está sobre la mesa. Fausto está sentado frente a una botella, abierta. Tiene un vaso en la mano, cargado apenas. Huele el vino, parece disfrutarlo, luego lo bebe de un trago. Junto a la caja, una pequeña cámara desarmada y unas herramientas. Bajo la mesa hay un bolso negro. Clara ingresa desde la calle, está vestida como secretaria ejecutiva, muy formal, pero con zapatos rojos, de tacos muy altos, también lleva lentes.

CLARA: Hola. Perdón por la demora, no conseguía los zapatos, tuve que recorrer seis locales para encontrar estos.

Clara se mira los zapatos, se los muestra a Fausto, quien los mira detenidamente.

CLARA: ¿Servirán?

Fausto la mira fijamente a los ojos, pero no dice nada.

CLARA: ¿Qué tenemos que hacer? Marcos no me pasó el guión.

FAUSTO: No sé, yo no participo hoy, solo preparo los equipos.

Quedan en silencio un momento. Clara se sienta en el banco de madera.

CLARA: ¿Y Marcos?

FAUSTO: Se retrasó. Dijo que lo esperemos.

CLARA: ¿No dijo cuánto iba a tardar?

FAUSTO: Con el tiempo aprendí a no preguntar. Si él dice que espere, yo espero.

CLARA: ¿Siempre hacés todo lo que te pide?

FAUSTO: Cuando se trata de trabajo, sí. Lo que hacemos es difícil, y funciona bien. Él se encarga de eso, de que funcione. Maneja los clientes y las vías de distribución. Nunca se equivoca, no hace las cosas a la ligera, todo está pensado, así que yo confío. Si dice que espere, yo espero.

Silencio extenso. Clara juega con sus uñas, luego se mira los zapatos.

CLARA: ¿Probar el vino es parte de tu trabajo?

FAUSTO: (Con fastidio) ¿Preguntar tanto es parte del suyo?

CLARA: (Riendo) Bueno, tampoco te pongas así. A veces parece que no tenés sentido del humor. ¿Por qué todavía me tratás de usted? Tenemos más o menos la misma edad. Me hacés sentir vieja.

FAUSTO: De donde yo vengo es una señal de respeto.

CLARA: También es una señal de distancia. (Fausto la mira, ella sonríe cálidamente) Aflojate un poco, no hay necesidad de ser tan serio todo el tiempo. Trabajamos juntos todos los días y es como si fuésemos dos extraños (Piensa un momento) ¡Por Dios, Fausto! ¡Las cosas que hicimos juntos no las hice con nadie más! ¿Cómo podés mantenerte tan frío conmigo?

FAUSTO: Lo nuestro es una relación laboral, no lo olvide.

Clara ríe sonoramente, se levanta de la silla y recorre el lugar. Fausto la sigue con la mirada. Ella se para frente al delantal de carnicero, que cuelga en la pared, lo observa un momento y luego lo toca.

FAUSTO: (Nervioso) ¡No lo toque!

CLARA: (Soltando el delantal, sorprendida) Está bien, no es para que te pongas así.

FAUSTO: (Conteniéndose) Disculpe, Clara, no fue mi intención, es solo que Marcos es muy celoso de sus cosas.

Silencio tenso. Fausto trata de calmarse. Clara lo mira con insistencia, pero él evita su mirada.

CLARA: ¿Cómo llegaste a trabajar acá? Es obvio que tenés conocimiento sobre los equipos, y de cine, podrías estar trabajando en otro lado.

FAUSTO: (Brusco) ¿Cómo llegó usted?

CLARA: ¿Vos crees que no intenté otra cosa? ¿Qué esto es lo que yo hubiese elegido hacer? No tuve suerte y lo cierto es que no tengo mucho talento. Tengo un buen culo y la moral un poco floja (Sonríe con picardía) Conocí a Marcos en un café y acá me tenés. (Hace una pausa y lo observa, como tratando de descubrir algo en su rostro) Pero vos sos distinto. No te entiendo todavía.

FAUSTO: Cada uno hace lo que puede. Yo tampoco elegí estar acá, hablando con usted. A veces uno debe hacer lo que necesita, pero no se preocupe, todo pasa.

CLARA: (Mirándolo con una sonrisa, casi despectiva) Está bien, no te voy a molestar más. Esperemos a que llegue Marcos y hagamos lo que tenemos que hacer.

Clara vuelve a sentarse en el banco. Fausto le da la espalda y comienza a sacar los vinos de la caja para revisarlos. Permanecen un instante así, sin hablarse. El silencio se hace contundente, hasta que es interrumpido por el teléfono. Clara se sobresalta, pero Fausto atiende sin prestarle mayor atención.

FAUSTO: (Muy tranquilo) Decime. (Mientras escucha, Fausto guarda los vinos en la caja) No hay problema. ¿Está todo? ¿Necesitás que te ayude con algo? (Pausa. Fausto escucha con atención) Enseguida. Vos terminá, yo te aviso.

Fausto cuelga el teléfono. Clara lo observa con atención, expectante, pero él sigue dándole la espalda.

CLARA: (Impaciente) ¿Y? ¿Era Marcos? ¿Qué dijo?

FAUSTO: (Con calma, sin mirarla) Que estemos listos.

CLARA: (Con fastidio) ¿Eso nomás? ¿No dejó dicho nada para mí? ¿Del guión no dijo nada? No me molesta improvisar, pero al menos me gustaría saber cuál es la situación, qué tengo que hacer, algo.

FAUSTO: (Girando hacia ella, con tranquilidad) No sé qué quiere que le diga, Clara. “Estén listos”, eso dijo.

Se miran a los ojos un momento. Parece que Clara va a decir algo, pero se contiene. Fausto gira y comienza a trabajar con la cámara que está sobre la mesa, mientras lo hace silba. El silbido de Fausto toma la habitación, es una melodía triste. Clara está incómoda.

CLARA: (Cortante) ¿Dónde están mis cosas?

Fausto deja de silbar, la mira con calma y con una seña le muestra el bolso negro que está bajo la mesa, luego sigue con la cámara. Clara se levanta, busca el bolso y comienza a sacar cosas, que va apoyando sobre la mesa: Una botella de agua mineral, una toalla pequeña, un rebenque de cuero negro, un pote de crema, un estuche de maquillaje y un oso de peluche. Observa las cosas, como verificando que todo esté en orden. Fausto termina de armar la cámara.

FAUSTO: ¿Falta algo?

CLARA: No.

Ella vuelve a guardar las cosas en el bolso, menos el agua, y lo ubica bajo la mesa, donde estaba. Abre la botella y bebe. Se aleja de la mesa, con la botella en la mano.

CLARA: Esto podría ser más llevadero si me trataras bien, hasta los videos serían mejores si no estuvieses todo el tiempo tan tenso. Pensalo. Si no lo hacés por mí, podés hacerlo por el trabajo.

FAUSTO: Los videos están bien.

CLARA: (Cansada) Como quieras.

Clara bebe otro trago de agua. Avanza hasta el banco, pero se la nota un poco tambaleante. Fausto gira y la observa con atención. Ella llega hasta el banco, se apoya en él, intenta subirse, pero se cae al piso empujando el banco hacia atrás. La botella de agua rueda por el suelo. Fausto sonríe, casi imperceptiblemente. Clara, sentada en el piso, lo mira extrañada.

CLARA: (confusa) Estoy un poco… mareada…

Fausto se acerca un poco a Clara, sin dejar de mirarla. Clara le tiende una mano vacilante. La sonrisa de Fausto crece. No la ayuda, solo la observa.

CLARA: Fausto… ayudame, no puedo… no siento las piernas.

FAUSTO: (Calmado, sin dejar de sonreír) No se asuste, es normal.

De los ojos de Clara asoman lágrimas. Como puede, arrastrándose con los brazos, retrocede para alejarse de Fausto. Llega a la pared del fondo y permanece apoyada allí, junto al delantal de carnicero. Está aterrorizada. Fausto se acerca y se ubica junto a ella, en cuclillas. Están cara a cara. Clara llora en silencio.

FAUSTO: (Con una inquietante calma) No llore. No tiene que tener miedo, lo que va a sucederle es bello. La espera la trascendencia, Clara, y yo voy a encargarme de que llegue a ella inmaculada. Ese es mi trabajo. Por favor, no llore. (Saca un pañuelo de su bolsillo y le limpia cariñosamente el rostro) Galván es nuestro mejor cliente ¿sabe? Tiene fantasías muy específicas, pero me da mucha libertad creativa. El problema con Galván es que su fantasía final es un tanto… (Piensa, buscando la palabra correcta) contundente. Nos vemos obligados a cambiar de actriz una vez llegado este punto, eso es un tanto incómodo, además de las contradicciones morales que implica. El punto es que paga muy bien. (La observa un instante. Le acomoda un mechón de pelo detrás de la oreja) Usted es una actriz excelente, Clara, permítame decírselo. Lo supe desde el instante en que la vi. Usted entró acá, con su vestido negro y el aire se congeló. No pude verla más con ojos humanos, no puedo. Cuando la veo, veo planos, secuencias, escenas perpetuas. (Hace una pausa. Le acaricia una mejilla. Ella lo mira sin poder moverse. En los ojos de Clara solo hay miedo) Cuando te veo, mis ojos son un proyector. Un eterno, incansable, proyector de mi mente. Por eso te evito. Por eso la distancia, Clara. Si te permitía acercarte (Vacila) bueno, simplemente no podría hacerte estas cosas. (Fausto se levanta y vuelve a la mesa) ¿Sabés por qué estoy acá? Por las imágenes. Imágenes que no podría hallar en ningún otro lugar.

Fausto toma la cámara y filma a Clara, quien lentamente, pierde el conocimiento. Luego apaga la cámara y la deja sobre la mesa. Sirve un vaso de vino y bebe. Luego levanta el teléfono y marca tres números. Espera un instante.

FAUSTO: Podés venir.

Fausto cuelga. Un momento después, desde la puerta del fondo, ingresa Marcos, vestido de traje y con un bolso pequeño en la mano. Mira a Clara.

MARCOS: (Con dulzura) Es preciosa.

FAUSTO: Es más que eso.

Marcos y Fausto se miran, luego Marcos apoya el bolso sobre la mesa.

MARCOS: Ayudame.

Entre los dos, toman a Clara y la sacan por la puerta del fondo. La habitación permanece vacía un momento, luego retorna Fausto, silbando la misma melodía triste de antes y se sienta frente a la mesa. Va a servirse vino, pero duda y finalmente no lo hace. Ingresa Marcos.

MARCOS: ¿Es bueno?

FAUSTO: Bastante. Es mejor que el anterior.

MARCOS: Podemos brindar, al terminar.

FAUSTO: Creo que bebí suficiente.

Silencio. Marcos avanza hasta el delantal, lo descuelga y se lo pone. Fausto ve el  banco alto de madera, se levanta y lo acomoda en su lugar.

FAUSTO: Si necesitás algo, llamame.  

Marcos va hasta su bolso, lo abre y saca una cadena gruesa, pero no muy larga. También saca un paquete y se lo extiende a Fausto, sin decir nada. Fausto lo mira y duda.

MARCOS: Estaba esperando el momento para dártelo.

Fausto toma el paquete y lo abre, es un delantal de carnicero, igual al de Marcos, pero nuevo. Permanece con el delantal en las manos, observándolo. Marcos sonríe, se enrolla la cadena en un puño.

MARCOS: ¿No te lo vas a poner?

FAUSTO: (Sorprendido) No lo esperaba.

MARCOS: Te dije que no puedo hacer esto sin vos.

Se miran en silencio. Lentamente, Fausto se pone el delantal. Marcos toma un martillo de la pared y se lo da a Fausto.

MARCOS: Ese es el que te gusta, ¿no?

FAUSTO: Sí.

MARCOS: Bueno, ya veremos cómo funciona.

Fausto asiente con la cabeza. Avanzan. Se detienen los dos frente a la puerta del fondo, solo un breve instante. Marcos desaparece por la puerta del fondo, Fausto lo sigue. La habitación queda vacía. Un sonido metálico, acompasado, crece hasta dominarlo todo.