Pedro – Hombre de 45 años.
Pascual – Hombre de 45 años.
José – Hombre de 25 años.
Daniela – Mujer de 18 años.
1
Habitación rectangular sin ventanas. Una puerta a la izquierda, sobre la misma un parlante. Contra la pared del fondo, del lado izquierdo, hay un escritorio sobre el cual se ve un equipo de sonido y muchos papeles. En la pared hay desplegado un mapa con algunos puntos resaltados en rojo. Contra la pared de la derecha hay una cama de una plaza.
Pedro, vestido con ropa azul de fajina, está sentado frente al escritorio en una silla de metal leyendo un cuaderno rojo.
La habitación está ordenada, pero parece que una ligera capa de polvo cubriera todo, incluso a Pedro.
Ingresa Daniela, vestida con ropa de trabajo marrón claro muy grande para ella. Es pequeña, casi frágil. Lleva los puños de la camisa arremangados y trae una palangana de metal y una toalla limpia.
PEDRO: Dejalo ahí, por favor.
DANIELA: Disculpame, pensé que habías terminado.
PEDRO: No te preocupes, ya terminé. (Deja el cuaderno) Gracias.
Pedro lleva la palangana hasta el borde de la cama y se sienta. Se lava el rostro y las manos. Daniela se sienta en la silla.
PEDRO: ¿Cómo estás?
DANIELA: Bien, como siempre, creo.
PEDRO: ¿Alguna novedad?
DANIELA: No. Nada. Fue un día tranquilo. Encontramos ratas en el depósito.
PEDRO: Me impresionan las ratas.
DANIELA: Ya estoy acostumbrada, con el frío siempre entran. Eran 6, las matamos a todas.
PEDRO: ¿Llegó tu papá? ¿Cómo está?
DANIELA: Hace dos días. Está bien, supongo, últimamente hablamos poco.
PEDRO: Pensaba ir a verlo más tarde.
DANIELA: Sería bueno, le vendría bien.
PEDRO: Tengo ganas de hablar con él.
DANIELA: ¿Pasó algo?
PEDRO: No, tengo ganas de verlo, nada más, creo que me vendría bien charlar con Marcos, despejarme.
DANIELA: No entiendo como no se cansan de hablar siempre de lo mismo.
PEDRO: Nunca hablamos de lo mismo, siempre hay algo nuevo que se recuerda o algún detalle que se corrige.
DANIELA: (Ríe) Se cuentan todo el tiempo las mismas historias.
PEDRO: Pero siempre son distintas. Si prestás atención, siempre son distintas.
DANIELA: Inventan.
PEDRO: No inventamos nada, corregimos.
DANIELA: Siempre me pareció que suenan raros cuando están juntos.
PEDRO: ¿Raros?
DANIELA: Sí, raros, qué sé yo, más felices, más relajados. Es difícil que alguno de ustedes esté relajado.
PEDRO: ¿Alguno de nosotros?
DANIELA: Sí, ustedes, los… (Se calla)
PEDRO: ¿Los viejos, querés decir?
Daniela se sonroja y ríe. Permanecen un rato en silencio.
DANIELA: Me preocupa un poco papá.
PEDRO: ¿Por qué?
DANIELA: Siento que no está muy bien. No sé, capaz son cosas mías, no me hagas caso.
PEDRO: No te preocupes tanto, de verdad, esta época es complicada, el trabajo es más duro, es normal que venga cansado.
DANIELA: Debe ser eso.
PEDRO: ¿Te acordás de esa anécdota que contamos siempre? ¿La del Liceo?
DANIELA: La del día en que los corrieron los perros.
PEDRO: Sí, esa.
DANIELA: ¿Qué pasa con esa historia?
PEDRO: Ese día, escapándonos de los perros, conocimos a tu mamá.
DANIELA: ¿Ese día?
PEDRO: Nos estaban alcanzando. Tu mamá vivía a la vuelta del Liceo y nos abrió el portón para que nos metiéramos en su casa. Estábamos tan desesperados que entramos casi empujándonos y tu papá la tiró a Dora al piso. Unos días después eran novios.
DANIELA: (Sonriendo) Nunca me contaron eso.
PEDRO: Es que a Marcos le cuesta hablar de Dora.
Pedro sonríe, Daniela baja la mirada.
PEDRO: ¿Estás bien?
DANIELA: Sí, estoy bien.
PEDRO: Te cambió la cara.
DANIELA: No, de verdad, estoy bien, es que estoy un poco cansada.
PEDRO: ¿Necesitás algo?
DANIELA: No, en serio, necesito dormir un poco, nada más.
Pedro se para, con la toalla en la mano.
PEDRO: (Señalándose la camisa) Yo debería…
DANIELA: Sí, yo me voy, tengo cosas que hacer. Te veo más tarde, si vas a verlo a papá.
PEDRO: Seguro.
Daniela va a salir, pero cuando llega a la puerta se detiene. Tiene el picaporte en la mano, está de espaldas a Pedro. Gira y se acerca, lo besa en la mejilla y se va.
2
Pedro está liando un cigarrillo. José está sentado en la cama, viste ropa de trabajo marrón claro y juega con un encendedor.
PEDRO: La clave está en la presión del tabaco.
Pedro termina y le arroja el cigarrillo a José. Comienza a liar otro, mientras José fuma.
PEDRO: Es normal, casi siempre sucede. Revisá los cálculos y si surgen desviaciones elaborá un cronograma nuevo. La clave está en la presión, como con los cigarrillos.
JOSÉ: Es normal, pero nos retrasa. ¡El tipo estaba enterrado hasta el pecho, no entiendo cómo no se dio cuenta de que no iba a poder salir!
PEDRO: (Sonriendo) ¿Eso no entendés? Yo no entiendo como entró.
JOSÉ: Pascual me va a matar.
PEDRO: Pascual sabe cómo son estas cosas.
Pedro enciende su cigarrillo. Fuman un momento en silencio. José se levanta, estira un poco sus piernas. Camina hasta el escritorio y se para frente al mapa. Pedro va hacia la cama y se acuesta.
JOSÉ: Yo conocí este río, mi viejo me llevó a pescar.
PEDRO: No sabía que pescabas.
JOSÉ: No pesco, esa fue la única vez que fui.
PEDRO: ¿No te gustó?
JOSÉ: Era un lugar lindo, pero me aburrí enseguida. Terminé leyendo en la carpa y mi viejo pescando solo. A él le gustaba, yo era muy chico y los pescados me daban un poco un de asco.
PEDRO: Supongo que eso es normal.
JOSÉ: ¿Seguirá siendo igual?
PEDRO: ¿Qué cosa?
JOSÉ: El río, el lugar al que fui esa vez.
PEDRO: No tengo la menor idea, José, pero lo más probable es que haya cambiado.
JOSÉ: ¿Vos sabés pescar?
PEDRO: No.
Desde el parlante que está sobre la puerta de la habitación suena estática y luego la voz de Pascual.
VOZ DE PASCUAL: Pedro, necesito hablar con vos, subí por favor.
Pedro toma una carpeta del escritorio.
PEDRO: No te vayas, quiero que me cuentes como lo sacaron del pozo. (Sale).
José ríe, se sienta en la cama y mira la puerta, que quedó abierta. Va a cerrarla, pero ingresa Daniela. Se sorprenden.
JOSÉ: Dani…
DANIELA: ¿Qué hacés acá?
JOSÉ: Estoy esperando a Pedro.
DANIELA: Ah, yo venía a buscar las sábanas para…
Se miran, sin saber muy bien que decir. José sonríe, avanza, la toma de la cintura y la besa en la boca.
JOSÉ: Te extrañé.
DANIELA: Yo también.
JOSÉ: Te extrañe mucho.
DANIELA: No seas exagerado, nos vimos hace un rato. Y soltame a ver si viene alguien y nos ve.
JOSÉ: (Apretándola más, jugando) Pedro recién se fue.
DANIELA: (Riendo) ¡José, soltame!
José la suelta, ambos ríen. Daniela lo besa nuevamente.
DANIELA: ¿Terminó tu turno?
JOSÉ: Sí, tuvimos que terminar antes. Estaba por ir a bañarme.
DANIELA: (Simula olerlo) Te vendría bien.
JOSÉ: (Sonriendo) Los hombres olemos así.
Daniela ríe y se sienta en la cama.
DANIELA: ¿Y Pedro?
JOSÉ: Lo llamó Pascual. ¿Tu papá no volvió?
DANIELA: Todavía no, y no empieces, te dije que iba a hablar con él, dejame que yo sé cómo tratarlo.
JOSÉ: Está bien, no te enojes, es que estoy ansioso.
DANIELA: No hay motivos para desesperarse. (Sonriendo, se acerca a José) Yo no pienso ir a ninguna parte, ¿vos sí?
JOSÉ: Yo estaba pensando en invitarte al río. Si salimos bien temprano nadie se va a dar cuenta.
DANIELA: (Con ternura) Sos un tonto.
JOSÉ: De verdad te lo digo.
DANIELA: (Sonriendo) Sí, claro. Tengo que irme, ¿hablamos después?
JOSÉ: Andá tranquila.
Daniela sale. José se sienta en la cama, recostado contra la pared. Pasa un rato mirando el techo, sin saber qué hacer. Se levanta y se acerca al mapa. Mira las cosas sobre el escritorio y se detiene en el equipo de sonido. Duda un momento, va hacia la puerta y controla que nadie venga, regresa al escritorio y enciende el equipo.
3
Pascual está sentado frente al escritorio y lee unos papeles. Tiene la misma edad que Pedro y lleva ropa de trabajo azul, pero es más pequeño, de estatura y contextura física, usa lentes. Deja los papeles sobre el escritorio. Ingresa Pedro.
PEDRO: Hola, no sabía que estabas acá, ¿necesitás algo?
PASCUAL: En este momento me vendría bien un cigarrillo.
Pedro saca un cigarrillo y el encendedor del bolsillo y se los da. Pascual lo enciende y le devuelve el encendedor.
PASCUAL: En algún momento se te va a terminar el tabaco.
PEDRO: Fumo cada vez menos.
PASCUAL: Ahora me vas a decir que estás por comenzar a correr también.
PEDRO: (Ríe) Correr en círculos.
Pascual mira el humo de su cigarrillo. Parece preocupado.
PEDRO: ¿Cuántos más?
PASCUAL: Siete.
PEDRO: Hay que hacer algo, Pascual.
PASCUAL: Algunas cosas no se pueden controlar. Era inevitable. Tal vez sea hora de algunos cambios. Tal vez ya no estamos pensando con claridad.
PEDRO: ¿Qué querés decir?
PASCUAL: No sé, cada día me cuesta más levantarme de la cama. Tenemos que admitir que no hay avances. En cierto punto entiendo a la gente.
Silencio tenso.
PASCUAL: ¿No sentís como si hubiésemos nacido acá? A veces me pasa, trato de recordar cosas de antes y todo se me mezcla.
PEDRO: Todos estamos cansados. Vos tratá de relajarte, y cuando estés más tranquilo, hablamos.
PASCUAL: (Se toma la frente con las manos) Yo no soy José, no me hables como a un chico.
PEDRO: No te comportes como un chico, entonces.
PASCUAL: ¿Vos te das cuenta de la ridiculez de todo?
PEDRO: Bueno, decime vos entonces ¿Qué hacemos?
PASCUAL: No sé, pero al menos dejemos de actuar como si supiéramos perfectamente que pasa afuera.
PEDRO: No sé a dónde querés llegar.
PASCUAL: (Riendo) Tenés una maestría en no entender lo que no te conviene.
PEDRO: Esperemos un poco. Dame un par de meses.
PASCUAL: Como quieras. El experto sos vos. (Pausa) Estás pálido, ¿cuándo fue la última vez que comiste?
PEDRO: No es eso, es que no salgo hace un tiempo.
PASCUAL: Tendrías que aprovechar antes de que llegue el invierno.
PEDRO: ¿Para qué?
Pascual lo mira, parece que va a decir algo pero se calla. Camina lentamente hacia la puerta pero se detiene antes de llegar.
PASCUAL: ¿Seguís escuchando a Dora?
PEDRO: Eso no es asunto tuyo.
Pascual lo mira un momento y sale. Pedro permanece frente al escritorio, observa el equipo de sonido, hace un ademán de encenderlo pero se detiene, finalmente va hasta la cama y se acuesta.
4
La habitación está vacía. En el escritorio hay un plato con comida. Entra Daniela, va directamente hasta la cama y comienza a sacudir las sábanas. Se detiene y comienza a recogerse el pelo. Llega Pedro leyendo unos papeles. Daniela está dándole la espalda y no se percata de su presencia. Permanece observándola en silencio. Daniela gira y lo ve, se sorprende.
DANIELA: (Terminando de arreglarse el pelo) Hola.
PEDRO: No sabía que estabas, vuelvo en un rato.
DANIELA: ¿Cómo te vas a ir? Es tu habitación, quedate, tiendo la cama y me voy, ya estoy terminando.
Pedro sonríe y va a sentarse frente al escritorio. Silencio, cada uno se enfoca en lo suyo. Mientras hace sus cosas, Daniela comienza a tararear una canción, luego empieza a cantarla (“Bienvenidos al tren” de Sui Géneris). Cuando la escucha cantar, Pedro deja lo que está haciendo y centra su atención en ella. Daniela gira y lo ve, observándola. Sonríe.
DANIELA: Disculpame si te distraje, no me di cuenta.
PEDRO: Me gusta esa canción.
DANIELA: Me sé solo esa parte, mamá la cantaba siempre. Papá siempre dice que a ella le hubiese gustado ser cantante.
PEDRO: Es cierto.
DANIELA: No me los imagino de jóvenes.
PEDRO: ¿A Marcos y a Dora? Eran geniales, estaban todo el día juntos. Se llevaban muy bien, la verdad es que les tenía envidia.
DANIELA: ¿Envidia? ¿Por qué?
PEDRO: Qué sé yo, eran felices. Yo siempre fui un poco negado para las mujeres, me costaba, no sé porqué.
DANIELA: No te creo.
PEDRO: Creeme. Cuando estaba solo con una mujer me volvía un idiota, no sabía qué hacer ni qué decir… les terminaba hablando de química.
Daniela ríe con fuerza.
PEDRO: Pero Marcos no, él siempre fue un hombre de actuar. A veces parecía que no pensaba, pero las cosas le terminaban yendo bien. José me hace acordar mucho a tu papá, por cosas como esas.
DANIELA: ¿José?
PEDRO: Sí. (Pausa) Tal vez lo envidie un poco a él también.
Daniela lo mira y nota el plato lleno de comida en el escritorio.
DANIELA: ¡Pedro! No comiste nada, ¿Otra vez? (Va hasta el escritorio) No probaste un bocado.
PEDRO: Tengo el estómago cerrado.
DANIELA: Tenés que comer, te necesitamos sano.
PEDRO: Estoy bien.
DANIELA: (Preocupada) Estás pálido.
PEDRO: No es nada.
Llaman a la puerta. Se asoma José.
JOSÉ: Hola.
DANIELA: Hola.
PEDRO: Hola, José, pasá.
José entra y mira a Daniela. Parece que no se decide a hablar.
PEDRO: ¿Qué pasa?
JOSÉ: Está viniendo Pascual, me dijo que baje para que hablemos.
José hace un gesto con la cabeza hacia Daniela, Pedro no comprende, pero Daniela se da por aludida.
DANIELA: Dejen, ya entendí, me voy así pueden hablar tranquilos.
Daniela sale, cuando pasa junto a José le sonríe. José gira y se queda como embobado mirándola salir.
PEDRO: ¡José!
JOSÉ: ¿Qué?
PEDRO: ¡¿Cómo qué?! ¿Qué pasa? ¿Y Pascual?
JOSÉ: No sé, dijo que bajaba atrás mío.
Instantes después ingresa Pascual.
PASCUAL: Hola, no tengo mucho tiempo, pero quería hablar con los dos.
PEDRO: ¿Hubo algún problema?
PASCUAL: En realidad quería que lo escuches a él (Señala a José con la cabeza)
JOSÉ: ¿A mí?
PEDRO: ¿Qué pasa, José?
JOSÉ: No sé.
PASCUAL: (a José) Contale lo que me dijiste esta mañana.
JOSÉ: Ah, eso (A Pedro) es que hoy le estaba diciendo a Pascual que tenemos que cambiar al operario de la grúa, ya sé que no es fácil pero no podemos seguir así.
PASCUAL: No.
JOSÉ: Pero es necesario, Pascual, se cayó en el pozo de nuevo, ese tipo no sirve.
PEDRO: Pascual tiene razón, no podemos entrenar un operario nuevo, te la vas a tener que arreglar porque estamos apretados con el clima.
JOSÉ: Pero es un pelotudo, era el mismo pozo, Pedro.
PASCUAL: Eso no, José. Lo que encontraron.
JOSÉ: Ah, eso. No es nada.
PASCUAL: Contale.
JOSÉ: (a Pedro) Hace varios días los muchachos están nerviosos: poniendo excusas, hablando entre ellos por lo bajo. Ayer los junté y después de insistir un rato me contaron que cerca del monte se escuchaba algo raro, por eso nadie quería trabajar en esa zona. Les pedí que me mostraran dónde y fui hasta ahí, quería mostrarles que no había nada, pero cuando estaba ahí yo también lo escuché.
PEDRO: ¿Qué es?
PASCUAL: Dejalo seguir. (A José) Seguí.
JOSÉ: Apenas se escuchaba, era un ruido muy chiquito. Venía de un árbol. Eran pichones, un nido, había tres, recién nacidos.
PEDRO: ¡¿Qué?!
PASCUAL: Lo que escuchaste.
PEDRO: ¿Están seguros?
JOSÉ: Sí, pajaritos, no es nada.
PASCUAL: Están naciendo pájaros, Pedro.
5
Pedro está sentado en la cama, recostado en la pared. Frente a él, en la silla está Pascual. Están riendo.
PASCUAL: No entiendo cómo no nos suspendieron.
PEDRO: A mí me suspendieron.
PASCUAL: Porque corrés muy lento.
Pedro sonríe. Pascual va hasta el escritorio y de uno de los cajones saca la botella de ginebra y dos vasos.
PASCUAL: No se te termina más esta porquería.
Se sienta y llena los vasos, le alcanza uno a Pedro.
PEDRO: Nos va a hacer mal.
PASCUAL: Tomá y no preguntes.
Beben un momento en silencio.
PASCUAL: No podemos hacer de cuenta que no significa nada.
PEDRO: También puede ser un episodio aislado, una anomalía.
PASCUAL: Después de tantos años no puede ser una casualidad.
PEDRO: No te apures a sacar conclusiones. Son tres pájaros, Pascual.
Se miran. Pedro sonríe, termina su bebida y le alcanza el vaso a Pascual, este lo llena y se lo devuelve.
PASCUAL: ¿Qué sería lo peor que podría pasar?
PEDRO: ¿Si salimos? No tengo la menor idea, ese es el problema.
PASCUAL: ¿Tenés miedo?
PEDRO: (Piensa) No, no es eso, son otras cosas, es este lugar, todo lo que significó. ¿Vos te acordás lo que decíamos cuando nos preparábamos para venir?
PASCUAL: Sobrevivamos y arreglemos las cosas.
PEDRO: Exacto. Ya sobrevivimos, solo nos falta la segunda parte.
PASCUAL: Todo está saliendo según el plan, entonces.
Ríen, luego permanecen en silencio un momento, pensando, sin mirarse. Pascual se levanta.
PASCUAL: José quiere irse, ¿sabías?
PEDRO: Sí, y sé. Es normal, iba a pasar tarde o temprano.
PASCUAL: ¿No te molesta?
PEDRO: Ya se le va a pasar.
PASCUAL: No creo, es terco. También me llegaron algunos rumores sobre que la gente está angustiada, que algunos piensan que ya no podemos con esto.
PEDRO: La gente siempre está angustiada por algo. Dejá la botella.
Pascual le alcanza la botella y lleva su vaso al escritorio.
PASCUAL: No te abuses de eso y por favor pensá en lo que te dije (Lo mira sonriendo) Te vendría bien un poco de sol.
Pascual sale. Luego de un momento, Pedro se levanta y va hacia el escritorio, enciende el equipo de sonido.
6
La habitación está vacía. Entra Pedro muy nervioso, casi fuera de sí. Se queda parado en el centro, se toma la frente. Avanza hasta el escritorio y toma la silla. La arroja con fuerza contra la pared. Se sienta en el piso, apoyado contra el escritorio. Saca la botella de ginebra de uno de los cajones y bebe un trago. Trata de calmarse, pero comienza a llorar. Ingresa José, también muy nervioso, se queda duro cuando ve a Pedro.
JOSÉ: Te enteraste.
Pedro no responde.
JOSÉ: ¿Necesitás algo?
PEDRO: ¿Cómo fue? ¿Los viste?
JOSÉ: Vengo de ahí.
PEDRO: ¿Cómo fue?
JOSÉ: Basta, Pedro, ya está.
PEDRO: (Gritando) ¡¿Cómo fue?!
JOSÉ: Se ahorcaron.
PEDRO: No me entra en la cabeza, no entiendo. Yo hablé con Marcos hace poco y estaba bien, no entiendo, José.
JOSÉ: Nadie entiende.
Pedro toma otro trago. Le extiende la botella a José pero este niega con la cabeza.
PEDRO: ¿Quién lo sabe?
JOSÉ: Pascual, yo y unos cuantos más. Pero Pascual nos dio la orden de no decir nada.
PEDRO: Está bien, tiene razón, si se sabe puede… está bien.
JOSÉ: Necesito decírselo a Daniela.
PEDRO: (Con furia) Ni a ella ni a nadie. A nadie, ¿entendiste?
JOSÉ: Tiene derecho a que saber.
Pedro se levanta, avanza hasta José, lo toma de la ropa y lo sacude, pero está débil.
PEDRO: Se te dio una orden.
JOSÉ: (Intentando calmarlo) La voy a cumplir. Ni una palabra, a nadie.
PEDRO: Hay que controlar las reacciones… Daniela…
A Pedro se le aflojan las piernas y se apoya en José, este lo abraza, está totalmente confundido. Permanecen así un momento. José no sabe qué hacer.
JOSÉ: Tenemos que salir, tengo que salir.
Pedro se suelta y lo mira, está mareado.
JOSÉ: (Nervioso) Sé que no es el momento, pero no sé qué hacer. Ayudame.
PEDRO: Sos un cobarde.
JOSÉ: Necesito que me escuches.
PEDRO: (Seco) Andate.
José sale lentamente, luego Pedro cierra la puerta con violencia.
7
La habitación está vacía. Ingresa Daniela, visiblemente alterada. José la sigue.
JOSÉ: Te lo iba a decir, estaba buscando el momento.
DANIELA: ¡Nos vemos todos los días y no pudiste encontrar un momento para contármelo!
José no sabe qué responder. Daniela se sienta en la cama y comienza a llorar.
JOSÉ: Fue una orden de Pedro, yo quería decírtelo.
DANIELA: Si querías lo hubieras hecho, no culpes a Pedro.
JOSÉ: No supe cómo. Perdoname. Están pasando muchas cosas y tenemos que estar unidos porque…
DANIELA: (Interrumpiéndolo) ¿Qué cosas? A mí no me pasa nada, nunca. Yo cocino, arreglo las habitaciones, traigo y llevo cosas y nada más. Y ahora no está papá y él era lo único que yo tenía ¿entendés? Papá era el olor del pasto de casa recién cortado, la tierra fría cuando caminaba por ahí descalza. Todo eso ya no existe, pero existía en él, cuando lo miraba. Ahora solo me queda ésto. Este lugar. Este frío.
Silencio pesado. Daniela mira el piso.
DANIELA: No tengo nada para ofrecerte, José. Estoy vacía.
JOSÉ: Vamos a otra parte, Dani, Pedro va a llegar en cualquier momento.
DANIELA: Andate, yo me voy a quedar a esperarlo.
JOSÉ: Él dio la orden para protegerte.
DANIELA: No estoy enojada con él, José, a él lo entiendo, necesita llevar adelante este lugar. Pero vos no tenés excusa.
JOSÉ: Basta de esta mierda. Juntemos nuestras cosas y salgamos de acá, quiero irme y quiero que vengas conmigo. Busquemos algo distinto.
DANIELA: No conozco otra cosa, ¿por qué me voy a ir?
JOSÉ: Si nos quedamos vamos a terminar como Pedro y los demás.
Ella lo mira con calma.
DANIELA: Te miro y no puedo sentir nada. Sentir de verdad, como antes.
José la mira, está a punto de decir algo pero se contiene. Se dirige a la puerta.
JOSÉ: (Antes de salir) ¿Alguna vez escuchaste las grabaciones de Pedro?
DANIELA: No.
JOSÉ: Te podrían interesar.
José sale. Daniela se acerca lentamente al escritorio. Mira el equipo de sonido dudando. Va hacia la puerta y la cierra. Vuelve al escritorio y se sienta. Va a encender el equipo pero se detiene. Piensa un momento y finalmente, con decisión, enciende el equipo.
8
La habitación de Pedro está en penumbras. Pedro está en la cama. Entra Daniela. Se acerca lentamente, intentando no hacer ruido y cuando llega a unos pasos se quita la ropa. Desnuda, levanta las sábanas y se acuesta junto a Pedro. Cuando lo abraza Pedro se despierta y la ve, está confundido.
PEDRO: ¿Dora, sos vos?
DANIELA: Sí.
Pedro apoya la cabeza en la almohada y se relaja. Daniela le acaricia el pelo y lo besa. Se abrazan, ella se acomoda sobre él y comienza besarle el cuello.
PEDRO: ¿Dónde estabas?
DANIELA: (Sin dejar de besarlo) No importa, estoy acá.
Pedro le levanta el rostro y la besa en la boca, la hace girar para quedar sobre ella. Se acomoda entre sus piernas y la penetra. Daniela gime. Pedro inicia un vaivén firme, Daniela le araña la espalda. De pronto, él se detiene, confundido, ella se queja, pero Pedro se aparta bruscamente, su cara pasa de la sorpresa a la furia. Pedro se levanta y se aleja de la cama cubriéndose con la sábana.
PEDRO: ¡Daniela! ¡¿Estás loca?! ¡¿Qué hacés acá?! ¡¿Qué…qué hice?
DANIELA: (Levantándose y avanzando hacia él, tratando de calmarlo) Nada, no hiciste nada, fui yo, yo quería…
Pedro le da un cachetazo. Ella cae al piso. Se miran en silencio.
9
Pedro está revisando papeles en su escritorio. Entra José, tiene las mangas de la camisa arremangadas y las manos sucias, viene limpiándose con un trapo.
JOSÉ: ¿Me llamaste?
PEDRO: Pasá, qué bueno que pudiste venir.
JOSÉ: ¿Qué necesitás? Perdoname, pero me agarraste a mitad del turno.
PEDRO: No te preocupes por eso. ¿Cómo está Daniela?
JOSÉ: Eso se lo tenés que preguntar a ella.
PEDRO: Entiendo que estés enojado, pero ¿qué esperabas?
JOSÉ: La verdad es que no sé.
PEDRO: Yo estoy igual que vos. No tengo más respuestas.
Silencio. José termina de limpiarse las manos. Pedro lo mira.
PEDRO: No me respondiste.
JOSÉ: ¿Qué?
PEDRO: ¿Cómo está Daniela?
JOSÉ: No sé, no me habla. Ahora me vas a hacer creer que no sabías.
PEDRO: Está dolida, se está descargando con vos, nada más.
JOSÉ: Si vos decís.
Pedro cruza lentamente la habitación, se arrodilla con cuidado y saca una mochila militar que estaba bajo la cama. Se levanta y se la tiende a José.
PEDRO: Tomá, es para vos.
JOSÉ: ¿Qué es eso?
PEDRO: ¿Sos ciego? Es una mochila, agarrala, antes que me arrepienta.
José mira a Pedro sin entender, luego toma la mochila. Pedro vuelve a su escritorio.
PEDRO: Es mi equipo de emergencia, afuera lo vas a necesitar. No es mucho, pero peor es salir con lo puesto.
JOSÉ: (Sorprendido) ¿Querés que me vaya?
PEDRO: Vos querés irte, yo no tengo nada que ver, sigo pensando igual, pero a nadie parece importarle mucho lo que yo pienso últimamente. No me trates de pelotudo, te lo pido por favor. Yo sé que en algún momento vas a mandar todo al carajo. Bueno, eso te va a ayudar, es para cuando te decidas.
JOSÉ: No sé qué decirte.
PEDRO: No digas nada.
Pedro abre un cajón y saca un cuaderno viejo. Lo hojea y luego se lo da.
PEDRO: Es toda la información que tenemos, es vieja, pero no creo que la cosa haya cambiado mucho.
JOSÉ: (Tomando el cuaderno, parece confundido) ¿Por qué ahora?
PEDRO: No des vueltas, escondé eso, que nadie lo vea, guardalo. Tenés que ser inteligente, este lugar es una caldera y si no te manejás con cuidado las cosas pueden salirte muy mal. Solo tengo una cosa que pedirte.
JOSÉ: ¿Qué?
PEDRO: Quiero que te lleves a Daniela.
JOSÉ: No puedo obligarla a venir conmigo.
PEDRO: No va a hacer falta, ella va a entender. Dejá que yo me ocupe de eso.
Pedro vuelve a sus papeles, como si estuviese solo. José queda parado, con la mochila y el cuaderno en la mano, se dirige a la puerta.
PEDRO: En la mochila te guardé lo que me quedaba del tabaco, y papel. Te recomiendo que vayas hacia el sur, y si podés, seguí a los pájaros.
José se detiene y gira a mirarlo, Pedro sigue en sus cosas. José sale.
10
Pedro está en sentado en la cama, jugando con un encendedor. Pascual recostado en el marco de la puerta.
PASCUAL: No puedo seguir esperando. Salimos mañana a primera hora. Si todo va bien vamos a volver pronto, a buscar a los demás. Me gustaría que vengas, pero no puedo obligarte.
Pedro no lo mira.
PASCUAL: ¿No me vas a decir nada?
PEDRO: (Sin dejar de jugar con el encendedor) Solíamos pensar igual, vos y yo. Cuando había algún inconveniente, algún problema, nos entendíamos. Era más fácil cuando era así. ¿Qué crees que vas a encontrar?
PASCUAL: Ya no sé qué creer, las cosas cambian.
PEDRO: ¿Ya armaste el grupo?
PASCUAL: No, quería hablar con vos primero.
PEDRO: ¿Qué querés que te diga?
PASCUAL: Esperaba que vinieras conmigo.
PEDRO: No, yo me quedo. Igual, si encontrás un kiosco podés traerme cigarrillos.
PASCUAL: Una laxante de voy a traer.
PEDRO: Ya que estás, fijate si te conseguís sentido del humor.
Se miran en silencio. Pedro ríe, Pascual sonríe con un poco de amargura, ingresa en la habitación.
PASCUAL: Afuera pueden existir posibilidades, alternativas.
PEDRO: No niego eso, pero no es un buen momento para que hagas esto.
PASCUAL: Para vos nunca va a ser un buen momento.
PEDRO: Te estás equivocando. La gente está inestable, cuando se enteren se van a asustar. Va a ser un desastre y si vos no estás acá, yo no lo voy a poder controlar.
Silencio.
PASCUAL: Una vez que nos asentemos voy a volver a buscarte
Pascual sale. Pedro saca un cigarrillo armado del bolsillo y lo enciende.
11
Daniela está sentada en la cama, con las piernas recogidas y la cara contra las rodillas. Llega Pedro. Daniela no se da cuenta.
PEDRO: ¿Qué hacés acá?
DANIELA: (Levanta la cabeza, aún tiene marcas del golpe) Te esperaba. Hace un par de días que no te veo.
PEDRO: Te dije que no vengas.
DANIELA: ¿Por qué no?
PEDRO: Porque no quiero verte.
DANIELA: ¿Vos le dijiste a José que yo me iba a ir con él?
PEDRO: Te vas a ir con él
DANIELA: Si querés que me vaya vas a tener que sacarme a la fuerza.
PEDRO: Tal vez lo haga.
DANIELA: No podés echarme, esto es mi casa.
PEDRO: Hacé lo que quieras, pero si te quedás mantenete alejada de mí.
DANIELA: (Acercándose) Basta. Yo sé que te gusto. No me apartes más.
PEDRO: ¿Estás loca? Tengo cosas importantes que hacer, andate.
DANIELA: No me voy a ir hasta que hablemos. Hasta que me expliques por qué me evitas.
PEDRO: ¿Te parece que no tengo motivos? No tengo tiempo, Daniela.
DANIELA: Tiempo es lo que nos sobra, es lo único que hay.
Pedro la toma de un brazo y la sostiene así. Ella no se inmuta. Están frente a frente.
PEDRO: Te vas a ir, o te voy a sacar.
DANIELA: ¿Qué querés de mí? Decime qué querés, yo sé que te lo puedo dar.
PEDRO: Quiero que te vayas con José. Quiero que desaparezcas. Ya te lo dije, no te quiero ver más.
DANIELA: (Respirando agitada, sin perder la calma) ¿No te gusto tanto como mamá? ¿Es eso? ¿No me parezco lo suficiente? ¿Ella te calentaba más? ¿Querés que te cante? Eso te había gustado.
Se miran a los ojos, Pedro sigue sosteniendo a Daniela. La sonrisa de Daniela crece. La respiración de ambos es lo único que se oye. Daniela comienza a cantar, casi con un susurro.
PEDRO: Estás loca.
DANIELA: No estoy loca, estoy caliente.
Daniela desliza su mano hacia la entrepierna de Pedro, lo acaricia. Pedro cierra los ojos, por un instante parece que va a entregarse, pero la lanza al piso con fuerza.
PEDRO: (Con toda la frialdad de la que es capaz) Sos una pendeja pelotuda, no me gustás y no te quiero conmigo. No me interesa lo que te pase, lo único que quiero es que te vayas. Aprovechate un poco de José, como hiciste siempre, y que te saque de acá.
Pedro va a su escritorio y busca algo, le da la espalda. Daniela está desencajada, de entre su ropa saca un cuchillo de cocina. Tiembla.
12
Daniela está en el suelo, junto a Pedro, sosteniéndole la cabeza contra su pecho. Tiene manchas de sangre en sus manos y en la ropa. El cuchillo, también manchado, está junto a ambos. Ingresa José, trae la mochila de Pedro. Al verlos se paraliza. Cuando reacciona, deja la mochila en el piso.
DANIELA: Está muerto.
JOSÉ: (Tratando de permanecer tranquilo) No importa, dejalo, tenemos que irnos.
DANIELA: No puedo dejarlo.
JOSÉ: ¡Basta, Daniela, dejalo! ¡Nos tenemos que ir!
Daniela no responde. José se acerca unos pasos, trata de calmarse.
JOSÉ: Tenemos que salir ya. Se están peleando por las cosas, si nos encuentran nos van a sacar todo.
DANIELA: Yo no quiero irme.
José pierde la paciencia y toma a Daniela por un brazo para obligarla a levantarse, pero ella toma el cuchillo y lo amenaza. José retrocede. El rostro de Daniela es sereno.
DANIELA: No me voy a ir a ningún lado. Me quedo acá, con Pedro. (Pausa extensa) Creo que lo mejor es que me dejes tranquila.
José está confundido, no sabe qué hacer. Da un paso hacia Daniela pero ella apoya el cuchillo en su propio cuello.
DANIELA: Andate.
Comienzan a oírse ruidos que vienen desde afuera de la habitación. José junta su mochila y sale, sin mirar a Daniela. Ella sostiene el cuchillo hasta que él desaparece, luego la deja caer al suelo. Permanece quieta, sosteniendo el cuerpo de Pedro. Los ruidos del pasillo son cada vez más fuertes, más cercanos.
13
La habitación está casi en penumbras. Las luces son débiles y titilan, como si fuesen a desaparecer en cualquier momento. El lugar está sucio y desordenado, sobre el piso hay manchas de sangre secas. No hay nadie.
Ingresa una persona, cubierta con mantas y un pañuelo. Camina lentamente, como si estuviese herida. Llega hasta la cama y se sienta. Se quita el pañuelo. Es Daniela, está sucia, apenas reconocible. Ha pasado tiempo.
El silencio se corta de pronto, un sonido extraño proviene del pasillo exterior. Al oírlo, Daniela se sobresalta y busca algo bajo las sábanas. Es el cuchillo. El sonido se repite, primero una vez, luego varias. Daniela, con el cuchillo en la mano, asustada, avanza hacia la puerta. Con mucho cuidado sale. La puerta queda abierta. El sonido ahora se oye claramente, es el canto de un pájaro.